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martes, 31 de agosto de 2010

Pequeño comentario al Evangelio de hoy (Lucas 4,16-30)

"Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de
costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le
presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena
Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la
vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un
año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante
y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces
comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura
que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban
llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían: "¿No es este el hijo de José?". Pero él les respondió: "Sin
duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'.
Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió
en Cafarnaún". Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien
recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en
Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no
hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a
ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el
país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo
del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el
sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se
enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta
un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad,
con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos,
continuó su camino."

Sólamente nos quedamos con la furia de las gentes de la sinagoga...
furia que viene de escuchar las palabras de Jesús comentando que Dios
no emplea el camino de lo fuerte sino el de lo sencillo. Emplear el
camino de lo fuerte cierra el camino a los sencillos; emplear el
camino sencillo abre la puerta a todos. Son la viuda de Sarepta y
Naamán el Sirio los que nos muestran hasta dónde llega ese deseo de
hacer partícipes a todos los israelitas y a todos nosotros. Son los
más bajos del escalafón los que reciben la visita de la privilegiada
Presencia. De la misma manera, no ha decidido Dios encarnarse en
Jerusalén sino en Nazaret, una aldea de la que "no puede salir nada
bueno". Porque si hubiera decidido hacerlo en la capital del reino, su
persona estaría al alcance de muy pocos... y muchos serían los
excluidos por su inaccesibilidad.

El Evangelio de hoy es una llamada a la esperanza: lo que consideremos
que no tiene valor o que es puro fracaso es tremenda posibilidad de
Dios para hacerse accesible. Todo es Presencia, todo es posibilidad,
todo es puerta abierta... ¡cómo no va a darnos rabia que lo que
llegamos a considerar hasta despreciable sea lo que Dios emplea para
mostrarse!... ¡cómo no va a darnos rabia que su Presencia nos pase
desapercibida!... ¡cómo no van a intentar matar a ese mensajero que
pone en peligro todos nuestros esfuerzos por atar a Dios en corto!.

Suerte que recibimos que "continuó su camino". Porque ese camino que
Él continúa es el que nos abre a la posibilidad de encontrarnos cara a
cara en otro momento. Eso sí, quizá con un poco más de conciencia de
lo mucho que nos quiere; tanto como para emplear lo inapreciable para
hacerse accesible a todos. Y sin exclusión.

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